Sinopsis (español)
PRÓLOGO
Joseph y Anthony De Rocher asesinan brutalmente a dos adolescentes.
ACTO I
En una escuela pobre de Nueva Orleans, la Hermana Helen y la Hermana Rose enseñan un himno a un grupo de niños. Helen está distraída pensando en su plan de visitar la Penitenciaría Estatal de Angola, donde escribe con un preso condenado a muerte llamado Joseph De Rocher, quien le ha pedido que la visite. En contra del consejo de Rose, Helen emprende el largo viaje a Angola y reflexiona sobre el trascendental paso que está dando. Un policía de tránsito la detiene por exceso de velocidad, pero la deja ir con una advertencia, pidiéndole que rece por su madre enferma. Al reanudar su viaje, reza pidiendo guía.
Al llegar, la Hermana Helen es recibida por el capellán de la prisión, el Padre Grenville. De camino a su oficina, ven a los reclusos jugando un duro partido de baloncesto. La Hermana Helen y el Padre Grenville tienen una tensa reunión en la que el capellán le advierte, enojado, que está perdiendo el tiempo, ya que Joseph está más allá de cualquier ayuda. El director de la prisión llega y le dice que Joseph probablemente le pedirá que sea su consejera espiritual para ayudarlo a prepararse para su ejecución. Mientras camina hacia el corredor de la muerte, la hermana Helen es objeto de burlas por parte de los reclusos.
Joseph y la hermana Helen tienen un primer encuentro incómodo. Ocultando su miedo con bravuconería, él pone a prueba su tolerancia recordando los placeres que ha conocido con las mujeres. Helen lo desmiente y Joseph admite su miedo. Le pide que sea su consejera espiritual y ambos reconocen que "no pueden hacerlo solos". Joseph le pide que acompañe a su madre a la audiencia de la Junta de Indultos y Helen acepta.
En un tribunal, la asustada Sra. De Rocher hace todo lo posible por suplicar por la vida de su hijo: es una mujer pequeña ante una enorme hostilidad. Durante su testimonio, Owen Hart, el padre de la adolescente asesinada, estalla de ira y relata los espeluznantes detalles del asesinato de su hija. Angustiada, la madre de Joseph responde que otro asesinato no puede deshacer lo que se ha hecho.
Tras la audiencia, la familia de Joseph y las familias de las víctimas del asesinato esperan el veredicto fuera de la sala. La hermana Helen se presenta a los padres y estos expresan su dolor por no volver a ver a sus hijos.
De vuelta en la sala de visitas, la hermana Helen le informa a Joe que se ha presentado una apelación ante el gobernador. Enfadada por su egoísmo, lo insta a reconocer su culpa y pedir perdón, pero él no ve ninguna esperanza y culpa a su hermano de los asesinatos. El alcaide aparece de repente e insiste en que se vaya. No ha tenido tiempo de comer y se desmaya de hambre, estrés y agotamiento. Mientras busca cambio en una máquina expendedora, un mar de voces contradictorias invade su mente. El alcaide le dice que el gobernador ha rechazado la apelación: «Joseph De Rocher es hombre muerto». Las voces en su cabeza se hacen más fuertes y Helen se desmaya.
ACTO II
Joseph está contando flexiones cuando el alcaide llega a anunciarle que se ha fijado la fecha de su ejecución: 4 de agosto a medianoche. A solas, Joseph expresa sus sentimientos sobre su muerte inminente, la hermana Helen y las víctimas de su asesinato.
La hermana Helen despierta de una pesadilla sobre Joseph y los adolescentes asesinados. La hermana Rose la consuela y la ayuda a admitir que aún tiene que encontrar la fuerza para perdonar a Joseph, tal como las madres perdonan las faltas de sus hijos.
La noche de la ejecución de Joseph, la hermana Helen le cuenta que vio a Elvis Presley en persona cuando era niña. De alguna manera, su amor compartido por Elvis abre una puerta entre ellos y pueden reír como amigos. Una vez más, ella insta a Joseph a admitir su culpa y encontrar el perdón. El alcaide anuncia que la familia de Joseph ha venido a verlo por última vez.
Joseph se despide entre lágrimas de su madre y sus dos hermanos menores. Le ruega a su madre que lo perdone, pero ella dice creer lo que siempre le ha dicho: que es inocente y que no hay nada que perdonar. La Sra. De Rocher busca consuelo en sus recuerdos de la inocente infancia de Joseph. Cuando se lo llevan, su madre se desmorona, consolada por la Hermana Helen, quien le asegura que hay bondad en su hijo y que no le niega el amor de Dios. Al quedarse sola, la Hermana Helen entra en pánico por un momento al contemplar la desgarradora tarea que enfrenta esa noche.
Los padres de las víctimas del asesinato han llegado para presenciar la ejecución. Reprenden a la Hermana Helen por apoyar al asesino, rechazando sus palabras de consuelo. Solo Owen Hart expresa dudas sobre el valor de la ejecución. La Hermana Helen le ofrece amistad y promete visitarlo.
Después de que los guardias preparan a Joseph para la ejecución, la Hermana Helen está a solas con él por última vez. En los pocos momentos que quedan, le ruega que diga la verdad. Le revela que ha visitado la escena del crimen y le pide que reviva esa noche. A regañadientes, Joseph le cuenta toda la historia y, rompiendo en llanto, admite su culpa. Ella le asegura el perdón: no solo el suyo, sino también el de Dios. Le dice que será la imagen del amor para él cuando muera.
El alcaide grita: "¡Muerto andante!". Mientras acompaña a Joseph a la cámara de ejecución, el padre Grenville entona el Padrenuestro, al que se suman las voces de reclusos, monjas, guardias y padres. La hermana Helen permanece cerca de Joseph, leyéndole la Biblia. Al llegar a la cámara, se le impide seguir adelante. Joseph y la hermana Helen se despiden con emoción. Ella le recuerda que la busque mientras ocupa su lugar con los demás en la sala de velatorio. Tras ser atado a la mesa de ejecución, Joseph pide perdón a los padres. En silencio, con solo el latido de su corazón audible, se administra la inyección letal. En su último momento, Joseph le dice a la hermana Helen: "Te amo". Tras su muerte, los testigos se van y la hermana Helen se queda sola con Joseph. Por última vez, canta su himno: "Él nos reunirá a su alrededor".